Sabías que…hay un metal que puede “enfermar”?

Se trata del estaño. Este metal tiene la peculiaridad de que sufre un cambio en su estructura tridimensional (su forma alotrópica) a baja temperatura. Por debajo de 13º el estaño “normal” cambia su forma de estaño β (blanco) a estaño α (gris), proceso lento que tiene su tasa máxima de transformación entre -30 y -40ºC. El problema es que el estaño α es muy frágil y se desmenuza fácilmente. El curioso nombre de peste del estaño procede de que en apariencia el estaño “enfermo” puede “contagiar” al metal sano. Obviamente, esto no así. Lo que ocurre es que estaño β actúa como catalizador acelerando el proceso.

En el libro “la cuchara menguante” San Kean cuenta: “Varias ciudades europeas con inviernos crudos (por ejemplo, San Petersburgo) tienen leyendas sobre costosos tubos de estaño del nuevo órgano de una iglesia que se han pulverizado en el instante en que el organista pulsó la primera nota. (Otros ciudadanos más píos, le echaban la culpa al diablo)”

También se ha atribuido parte de la culpa de que el capitán Scott (explorador británico) no llegase el primero al polo sur. En su diario Scott cuenta que en el último tramo de su viaje se encontraron con varias latas vacías, lo se ha atribuido a que la “peste del estaño” destruyó las soldaduras hechas a base del metal.

Pero en ninguno de los dos casos existen pruebas y la implicación del estaño en estos hechos queda confinada en la leyenda